martes, 25 de octubre de 2016

Presentación: Aprendizaje Cooperativo

Soy José Ramón Pastor Aguado, profesor de Castellano desde el año 2000 en la Comunidad Valenciana. Tras unos comienzos titubeantes en diferente ubicaciones (Ontinyent, Torrent, Sant Mateu, Callosa d'en Sarrià y Alicante), conseguí la plaza definitiva en el IES Enric Valor de Monóvar a partir del curso 2006/2007, y ahí sigo desde entonces. 

Desde el curso 2007/2008, aparte de mis funciones como profesor de Castellano, soy también jefe de estudios (¡por Dios!, voy por el décimo año). Y la verdad es que me gusta este cargo.

Dos pilares básicos sustentan mi camino de perfección como docente: en primer lugar, la búsqueda continua de renovación educativa, la actualización de mis funciones, la puesta al día con entusiasmo...; y en segundo, siempre, siempre, la gestión emocional: la educación de las emociones. Tengo claro que sin una alfabetización emocional, sin una gestión acertada de las emociones y sentimientos, el alumno no avanzará adecuadamente ni en un centro educativo ni en la vida.

Confirmo que me encanta ser tutor. Con todo, tras varios años compaginando esta tarea con la jefatura de estudios, este curso no lo soy, ya que no debo cargar mis espaldas, pues terminaría siendo improductivo. En estos último años he sido tutor de 1º, 3º y 4º de ESO y de 1º y 2º de BAT: variedad ante todo. 

No me estanco en un nivel. Me encanta subirme en la montaña rusa educativa y deslizarme por todos los cursos: estar en 1º de ESO, pasar luego a 1º de BAT y volver a la ESO, a un 2º...

Actualmente debo formarme en trabajo colaborativo porque lo considero necesario en la nueva educación. Tengo mis nociones básicas y algo he desarrollado en el aula, pero con este curso, así lo espero, obtendré una formación apta para desarrollar más ampliamente las dinámicas educativas que mis alumnos necesitan e incluso solicitan.

La siguiente imagen tomada por mi mujer, ¿me describe? Sí al menos físicamente, pero es que si la observáis bien, el cuerpo transmite ascenso, elevación, verticalidad. Pues eso, elevación en mi tarea es lo que busco.



Y ahora mis inquietudes, mis intereses... No voy a ser original: leer (por cierto, recomiendo encarecidamente Patria de Fernando Aramburu), música clásica (sobre todo a partir de finales del XVIII y hasta la década de los 40 del siglo pasado) y cine que me mueva y me remueva las tripas, que me golpee, que me lastime incluso. 

miércoles, 16 de marzo de 2016

"Cuando despertó...", una posible continuación.



Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Augusto Monterroso, escritor guatemalteco

Continuación…

Sus movimientos eran lentos y majestuosos; su cuerpo, colosal. El largo cuello del animal prehistórico se movía con agilidad y, con la tranquilidad de quien se sabe superior, dirigía sus fauces hacia las pocas plantas que crecían alrededor. No parecía preocupado por su presencia.

Sucia, gris y solitaria, su nave le esperaba a corta distancia.

Estaba amaneciendo. Las montañas se divisaban en el lejano horizonte; sus formas eran borrosas. La tierra se veía seca y cuarteada.

El hombre recordó la última fecha de la que tenía constancia: jornada 47 del mes de las tres lunas del año 3013. ¿Cuál será ahora?, se preguntó. No sabía la respuesta.

El dinosaurio lanzó un bramido estentóreo y a la vez inofensivo y comenzó a caminar. El hombre decidió seguirle; el dinosaurio no parecía preocupado por su presencia.

Caminaron largo rato en dirección a las montañas. El hombre pensó que allí encontraría una respuesta; estaba seguro de ello.

Fijó su mirada sobre el cielo del horizonte, por encima de las todavía lejanas montañas. Sus ojos se vidriaron y un dolor insoportable le punzó el corazón. Grupos de gigantescas bolas de fuego, rojizas, incandescentes, caían desde las alturas. Una riada de destrucción iluminó sus retinas. El impacto estremecedor de los cuerpos celestes provocó una densa y enorme nube de negras cenizas que, emanando desde el suelo, comenzaba ya su mortífero barrido en todas direcciones.

Y vio las enormes manadas de dinosaurios cabalgando hacia él, huyendo del peligro, sobreviviendo. El animal que lo acompañaba cambió de dirección y comenzó a correr, huyendo también. El hombre lo imitó. Corrió todo lo que pudo: sudaba y jadeaba, sentía que se asfixiaba.

El cristal de su casco comenzó a empañarse y fue perdiendo la visión del exterior. El terror se apoderó de él. Notó la fuerte ola de cenizas golpeándole la espalda. Supo que había fracasado. Nadie sabría nunca el final de su misión.

José Ramón Pastor Aguado, intento de escritor eldense.

308 palabras