Cuando despertó, el dinosaurio
todavía estaba allí.
Augusto Monterroso, escritor guatemalteco
Continuación…
Sus movimientos
eran lentos y majestuosos; su cuerpo, colosal. El largo cuello del animal prehistórico
se movía con agilidad y, con la tranquilidad de quien se sabe superior, dirigía
sus fauces hacia las pocas plantas que crecían alrededor. No parecía preocupado
por su presencia.
Sucia, gris y solitaria, su nave le esperaba a corta distancia.
Estaba
amaneciendo. Las montañas se divisaban en el lejano horizonte; sus formas eran
borrosas. La tierra se veía seca y cuarteada.
El hombre
recordó la última fecha de la que tenía constancia: jornada 47 del mes de las
tres lunas del año 3013. ¿Cuál será ahora?, se preguntó. No sabía la respuesta.
El dinosaurio
lanzó un bramido estentóreo y a la vez inofensivo y comenzó a caminar. El
hombre decidió seguirle; el dinosaurio no parecía preocupado por su presencia.
Caminaron largo
rato en dirección a las montañas. El hombre pensó que allí encontraría una
respuesta; estaba seguro de ello.
Fijó su mirada
sobre el cielo del horizonte, por encima de las todavía lejanas montañas. Sus
ojos se vidriaron y un dolor insoportable le punzó el corazón. Grupos de gigantescas
bolas de fuego, rojizas, incandescentes, caían desde las alturas. Una riada de
destrucción iluminó sus retinas. El impacto estremecedor de los cuerpos
celestes provocó una densa y enorme nube de negras cenizas que, emanando desde
el suelo, comenzaba ya su mortífero barrido en todas direcciones.
Y vio las enormes
manadas de dinosaurios cabalgando hacia él, huyendo del peligro, sobreviviendo.
El animal que lo acompañaba cambió de dirección y comenzó a correr, huyendo
también. El hombre lo imitó. Corrió todo lo que pudo: sudaba y jadeaba, sentía
que se asfixiaba.
El cristal de
su casco comenzó a empañarse y fue perdiendo la visión del exterior. El terror
se apoderó de él. Notó la fuerte ola de cenizas golpeándole la espalda. Supo que había
fracasado. Nadie sabría nunca el final de su misión.
José Ramón Pastor Aguado, intento de escritor eldense.
308 palabras